LA REPÚBLICA SIGUE VIVA.

Lealtad a la República, por Fernando Valera     A partir del año 1969, en plena dictadura, la delicada salud y el envejecimiento del dictador Francisco Franco suscitó un...
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Lealtad a la República, por Fernando Valera

 
 
A partir del año 1969, en plena dictadura, la delicada salud y el envejecimiento del dictador Francisco Franco suscitó un decisivo debate sobre la continuidad del régimen.

Entre los jerarcas franquistas se produjo una importante fractura -por una parte- se encontraban los inmovilistas denominados también como el «buker», que se oponían radicalmente a cualquier cambio, -por otra- los aperturistas, que eran partidarios de reformar progresivamente la dictadura hacía un modelo parlamentario. 
 
En la oposición al franquismo, se encontraban partidos políticos que habían permanecido en la clandestinidad, como el PSOE y el PCE. Así mismo, se encontraba el Gobierno de la II República en el exilio con sede en París, que había mantenido la legitimidad republicana.

El Presidente del Gobierno en el Exilio, Fernando Valera, protagonista de aquel proceso histórico, explica la situación de los republicanos en el exilio de las siguiente manera:
 
 
«Lo que a mí me amarga -y no por mí personalmente, sino por ellos y por España- es que los elementos de la oposición anden tan desorientados, lo mismo por la derecha que por la izquierda, con lo que están entre todos haciendo el juego al continuismo post-franquista».
 
«Por la derecha, la mayoría de los oposicionistas se han uncido ya prematuramente a las ubres del Juancarlismo, con la misma precipitación con que antaño se uncieron al Donjuanismo, que no era, ni podía ser , ni fue la salida de la dictadura hacia la democracia. Ahora han inventado lo de la ‘Monarquía cojuntural’; una novedad semántica -que en España es tan antigua como la Corte de Carlos IV- y están forjando un nuevo rey deseado que, como Fernando VII, no engaña a nadie, sino a los que se empeñan en ser engañados. Lo mismo acaeció con Hitler, que tampoco engañó a nadie, más que a los mentecatos Chamberlaines que se empeñaron en imaginarse un Hitler defensor de la civilización occidental».
 
«Don Juan Carlos, como su tatarabuelo Don Fernando, ha comenzado por escamotearle el Trono a su padre y señor natural, y ha prometido, ha jurado, que bajo su cetro no habrá apertura liberal, ni otros principios que los inmutables del Movimiento. Y para cumplir su juramento -los perjuros sólo son leales para con la traición- afirmó solemnemente que no le temblará la mano… para firmar sentencias de muerte, supongo yo, que es para lo que le temblaba a Salmerón, y para lo que Don Alejandro prometió que no le temblaría. ¡Y aún hay papanatas que hablan de Monarquía conjuntural como solución, o por lo menos como salida de la dictadura hacia la democracia!».
 
«Y por la izquierda, lo que a mí me amarga es que todo el mundo ‘se apunta’ socialista -por lo menos-, cuando no se vista con disfraces extremosos, máscaras de la ancestral reacción que ahora se visten de rojo, por de fuera, para disimular que siguen siendo negros por dentro. Hasta los carlistas se declaran escandalosamente socialistas y revolucionarios. ¡Pobre revolución!».
 
«Y lo peor de esa moda socializante es su insinceridad. Los advenedizos no ‘se apuntan’ socialistas o marxistas, por convencimiento ideológico, sino buscando una coartada elegante que les permita, en su día, desertar sin demasiado sonrojo, las lealtades debidas al pueblo y a la República, e incorporarse a la nueva mascarada que se está preparando para cuando Franco desaparezca de la escena política; es decir, cuando se muera».
 
«De lo que yo me lamento no es de que la oposición del interior nos deje solos a los republicanos exiliados, porque nosotros hemos aprendido del gran Quevedo ‘que el que se sabe estar solo entre la gente se sabe acompañar a solas’; sino de que se desvíen por caminos intransitables que no conducen a ninguna parte o que desembocan en el abismo».
 
«Lo que España a mi juicio necesita no es ni complicidades indecentes con la tiranía agonizante, ni sacudidas epilépticas de un revolucionarismo palabrero, inoperante y a veces sanguinario, sino pensamiento y conductas responsables, liberales y democráticas, es decir: República. La única alternativa que puede con probabilidades de éxito oponer al desorden corrompido de la dictadura el orden honesto de la ciudadanía». 
 
Fernando Valera, Presidente del Gobierno de la II República en el Exilio

Date : 25.11.18
 
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