INGLATERRA: LA HUMILLACIÓM QUE EL REY JORGE II Y EL PARLAMENTO, OCULTARON A SU PUEBLO.

INGLATERRA: LA HUMILLACION QUE EL REY JORGE II Y EL PARLAMENTO INGLES, OCULTARON A SU PUEBLO.Que el pueblo británico es un gran pueblo, en España, nadie lo duda. El...

INGLATERRA: LA HUMILLACION QUE EL REY JORGE II Y EL PARLAMENTO INGLES, OCULTARON A SU PUEBLO.
Que el pueblo británico es un gran pueblo, en España, nadie lo duda. El respeto y la admiración hacia ellos, está más allá de las inevitables rencillas históricas que siempre acompañaron. Hasta tal punto, es el respeto, que raro es que una ciudad de España, no haya dedicado una plaza o una calle, a la batalla de Trafalgar, la cual perdimos. No es esa la mejor cualidad de la clase dirigente inglesa, incluida la de su rey. Lean y sabrán porqué.

Corría el año de 1731, concretamente el mes de abril, cuando el buque «Rebecca», una fragata de guerra medio pirata, al mando del capitán inglés Robert Jenkins, era apresada en una zona del Caribe por el guardacostas español «Isabela» al mando del capitán Julio León Fandiño…Él capitán español no le aplicó al inglés las medidas habituales que se aplicaban por piratería, que era la horca, sino que se limitó a cortar una de las orejas al capitán apresado. Al desorejado inglés, le devolvió la nave, no sin antes advertirle: «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve»…o sea, piratear, que era lo que habitualmente hacían las naves inglesas en las rutas españolas de Indias…Fue el propio capitán Jenkins quien en 1738, dio a conocer públicamente aquel lance marino, durante una sesión de la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico, que al tiempo que leía el mensaje del capitán español dirigido a su Monarca, les mostraba a todos los parlamentarios de la Cámara, la oreja cercenada que conservaba todavía en alcohol y que llevaba en una caja en la mano. Una noticia tan controvertida y tan insólita como el desoreje de un capitán inglés por parte de un militar español, pronto traspasó los límites del Parlamento y corrió como la pólvora entre la ciudadanía británica, llegando incluso a ser considerado una afrenta nacional. Hasta tal punto lo era, que el Premier Sir Robert Walpole presionado por la oposición, prensa (ya existía entonces), pueblo y parlamentarios, contra su voluntad, no le quedó más remedio que declararle la guerra a España. En realidad, los ingleses, entonces ya británicos, utilizaron ese hecho puramente anecdótico como excusa, para tratar de hincar el diente al poderío español en América que se les hacia insoportable. Tanto es así, que desde mucho tiempo antes, se preparaba una inmensa flota de invasión, al que se le encargó organizar al entonces Almirante más prestigioso con que contaba la Marina Británica, el Almirante Edward Vernon. Mientras, siguiendo los protocolos y tras la previa retirada del Embajador inglés en Madrid, el 19 de octubre de 1739, los británicos declaran la guerra a España. La Guerra de la Oreja se llamaría. 
En cuestión de dos años, los ingleses armaron una gigantesca escuadra compuesta de de 186 navíos (los datos los da Richard Harding en su «British Expedition to the West Indies 1740-42) ), dispuesta a acabar de una vez por todas con el poderío español. Aquella inmensa Armada superaba en 60 navios a la desdichada «Armada Invencible» de 126 navios, que siglo y medio antes, había dispuesto Felipe II para la invasión de Inglaterra y que acabó en desastre por las razones que ya conocemos…Pero era, tras la flota de Normandía, la segunda mayor de la historia naval. 
Aquella descomunal fuerza naval la formaban, además de los 186 navíos, 3190 piezas de artillería y una tropa de desembarco de 23.600 soldados perfectamente equipados y abastecidos por una parte de la flota logística auxiliar (datos ingleses de la Royal Navy) entre los que formaban también parte, Lawrence Washington, hermano del Presidente americano del mismo nombre, que mandaba un sector del ejército invasor. 
La formidable Escuadra se reunió en Port Royal en la isla de Jamáica y desde allá zarparon con un plan perfectamente diseñado para acabar de una vez con el dominio español en el Caribe y resto de América. Primero arrasarían las defensas españolas de Portobello en Panamá y de Cartagena de Indias, para luego, sin ningún tipo de apoyo desde el continente, atacar La Habana e invadir la isla.
Muy felices se las vieron los ingleses cuando con una parte de la escuadra, atacaron Portobello y en cuestión de horas, tomaron el primer fuerte, el Todofierro en la entrada del puerto y el Gloria y el San Jerónimo mas al interior…Los defensores españoles, unos 700 entre los tres fuertes, se rindieron de inmediato ante tan descomunal exhibición de fuerza, capitulando prácticamente sin lucha. Los propios ingleses se asombraron de la facilidad con que tomaron las plazas. No tardó su Almirante Edward Vernon en mandar un correo al Rey Jorge, notificando la «gesta»…y tal fue la trascendencia que se le dio en toda Inglaterra, que hasta se compuso el «God Save the King», el actual himno inglés…!Que ironía!…Los ingleses jamás supieron que su himno fue fruto de la más vergonzosa derrota de su historia, como después veremos. Si lo supieran, no tardarían en poner cualquier canción de los the Beatles como himno nacional, que les librara de semejante ignominia. Pero la cosa no acabó aquí, subidos en una nube de prepotencia, de desprecio y de insolencia sin límites, los ingleses se atrevieron a ACUÑAR UNA SERIE DE MONEDAS CONMEMORATIVAS DE LA TOMA DE CARTAGENA DE INDIAS, cuando ni siquiera se había entrado en combate. Vender la piel sin haber cazado antes el oso que se dice…Una de las monedas llevaba impresa la figura del almirante Edward Vernon, recibiendo la espada de un arrodillado almirante Blas de Lezo, y en el anverso, una cita: «La insolencia española derrotada»..Como anécdota referiré que Blas de Lezo, el almirante español, era cojo, manco y le faltaba un ojo…un auténtico lobo de mar curtido en cien batallas…le llamaban el «Mediohombre», tal era su aspecto. Todas las mermas de su cuerpo, recibidas en combate, pero que en la moneda inglesa aparecía con piernas y brazos, tal y como se puede observar en una de las monedas acuñadas; pues fueron varias.
No voy a detallar los 63 días de asedio que sufrieron los españoles ante el desigual ataque inglés a Cartagena de Indias, pero en verdad, fueron terribles, sobre todo por la diferencia abismal de fuerzas entre los contendientes. Los defensores españoles sumaban 2800 y seis navíos, a los que se sumaron 600 arqueros indios. Los seis navíos propios fueron incendiados y hundidos por orden de Eslava, el Virrey de Cartagena, en el centro de la bahía para evitar la supuesta maniobrabilidad del los navíos enemigos, contra la postura de Blas de Lezo que lamentaba esa decisión. Los ingleses lograron salvar a tiempo del hundimiento a la fragata «Galicia» buque insignia de la flotilla española, que luego utilizarían sus bien armados cañones para bombardear la fortaleza de San Felipe, como un navío inglés más. Al final, fue hundida por las baterías defensivas de la plaza, llevando a la muerte a los marinos impostores, entonces ingleses.
La batalla decisiva se libró en el intento de la toma final de la fortaleza de San Felipe. Los ingleses concentraron todas sus fuerzas para la toma definitiva, tras haber haber conquistado en las semanas anteriores, el fuerte de San Luís y el de Bocagrande. En la madrugada del 20 de Abril de 1741 se inició el ataque por varios frentes al fuerte de San Felipe. Un sencillo truco militar del almirante español Blas de Lezo, sería determinante para el desarrollo de la batalla…había hecho escavar un foso alrededor de la plaza de unos dos metros de profundidad, de manera que las escaleras de asalto inglesas no llegaban al borde de la murallas. Cargados como iban, la mayoría de las fuerzas inglesas no pudieron escapar del foso, donde fueron masacrados sin piedad, y los que sí, fueron perseguidos y muertos en una desbandada caótica propiciada por el pánico.
El desastre inglés fue terrible:
Cerca de 3800 muertos en combate, 2400 muertos por enfermedad, 7800 heridos, 6 navíos de tres puentes, 14 navíos de dos puentes, 4 fragatas, 27 transportes, fueron hundidos y 1600 cañones apresados…Además, los propios ingleses hubieron de hundir unos cuantos navíos más por falta de tripulación. Las bajas españolas se cifraron entre los 200 que cuentan algunos historiadores y los 600 de otros, además de los 5 navíos incendiados y hundidos por decisión expresa del Virrey Eslava. El sexto navío, como se ha señalado, el «Galicia» también fue hundido, pero esta vez no por el fuego provocado, sino por las propios cañones españoles de la fortaleza, aunque los tripulantes de la nave para entonces eran ingleses. 
El almirante Vernon a su vuelta a Inglaterra fue recibido con grandes honores, pero poco a poco se fue conociendo la verdad del desastre…¿Donde estaban los navíos que faltaban?…¿Y el ejército de infantería?…Y lo más importante…¿Cartagena de Indias era ya inglesa?…El almirante Edward Vernon le echaba la culpa del desastre al general Wentworth y viceversa. Lo cierto es que Inglaterra sufrió la mayor derrota naval y militar de toda su historia. Inglaterra también tenia su «Armada Invencible» y derrotada precisamente frente a España… Edward Vernon murió en 1757, victima de su soberbia e insolencia, ahora si fundada, repudiado por los suyos, siendo expulsado de la Royal Navy en 1746 por el el Rey Jorge !!. Tanto el rey Jorge, como el parlamento ingles, prohibió toda publicación sobre tan vergonzoso episodio de la historia de Inglaterra, que fue acallado en las escuelas. Y hablar de la derrota conllevaba hasta la pena de muerte.. Como las monedas de la conmemoración de una victoria ful que jamás existió y que en realidad fuera, la mayor humillación de la historia bélica inglesa. Una pena que el rey Jorge II y su corte, privaran al pueblo ingles de la verdad. Al contrario que aquí en España, cuya derrota en Trafalgar, por ejemplo, la conmemoramos con orgullo y honor. Es habitual, como he relatado, que muchas calles y plazas de muchas ciudades y pueblos de España, lleven el nombre de Trafalgar. Tenemos una razón…Para perder una batalla, antes había que estar en ella. ¿Cuantas calles y plazas han dedicado las autoridades inglesas a la batalla de Cartagena de Indias?…Ninguna…Es algo que no entienden los ingleses, que la derrota, si ha sido con valor y con honor, para nada es vergonzosa. Bien al contrario, Los ingleses, en cambio, suelen maquillar sus derrotas con epitafios como este que preside la tumba del propio almirante Vernon en la abadía de Westminster. Dice asi:…»He subdued Chagres, and at Cartaghena conquered as far naval force could carry victory»…Ahora que canten el «God save the king»…!Si supieran la verdad a lo mejor ponían de himno nacional una canción de The Beatles como antes señalé!…Al menos salvarían la honra. También invitaría a los lectores ingleses a la lectura sobre este vergonzoso y humillante episodio histórico. de John Pembroke , Tobías Smollet o James A. Michener;. Pero hay muchos testimonios más de soldados ingleses que sufrieron el rigor y la verguenza de la derrota. Ellos hablan de la monumental estafa histórica que los prebostes ingleses, empezando por su rey, vendieron a su pueblo. El pueblo inglés es un gran pueblo que no merecía la vergonzosa patraña que se inventaron para tapar o diluir la mayor derrota de su historia. Y de ella, nada sabe el pueblo ingles..

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De San Sebastiián de los Reyes, un poblacho situado al norte de Madrid, justo a 18 kms de la Puerta del Sol. Justo la diferencia que había entre una incipiente modernidad y la edad media. Un pueblo lleno de asnos, ovejas, cabras, mulas y carretas tiradas por bueyes,,,Hablo de mi niñez, claro. Eran los tiempos de los caciques, de los miedos ancestrales, de la mujeres de negro y de un servilismo tirando a la esclavitud. No obstante recuerdo con añoranza aquellos lejanos tiempos con mis primos que tenían una casa de labranza con un gran corralón, algunas tierras y muchos animales, incluidas un rebaño de ovejas. También las eras y los trillos en los tórridos veranos. Un pasado no muy lejano y que parece haberse mantenido vivo en los clichés de la memoria. Lo demás es rutina cambiante.

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