¿POR QUÉ NOS RESULTA TAN MISTERIOSO EL BOSCO?

Aún habiendo pasado ya los 500 años de su muerte, las incógnitas sobre la vida y la obra de El Bosco siguen siendo muchas. Muchas han sido a lo...
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Aún habiendo pasado ya los 500 años de su muerte, las incógnitas sobre la vida y la obra de El Bosco siguen siendo muchas.

Muchas han sido a lo largo de la historia las interpretaciones que se han querido dar a su obra para explicar las singulares rarezas de su pintura.

 
Autorretrato

La vida provinciana de un hombre devoto  

Poco es lo que se sabe de la vida de El Bosco. Incluso su fecha de nacimiento (1450), es sólo aproximada, pues ha sido determinada a partir de un retrato realizado hacia el final de su vida, en 1516, donde se estima que tenía unos 65 años.

La mayor parte de los datos que se conocen se encuentra en los archivos municipales de su ciudad natal, y en los libros de cuentas de la Cofradía de Nuestra Señora a la que estuvo legado toda su vida.

Nada se sabe de su infancia y de cómo vivió sus primeros años y poco se conoce también sobre los comienzos de su actividad profesional. Su nombre comienza a aparecer en los registros públicos de la época cuando ya era un artista reconocido, sobre todo en documentos de compraventa o inventarios de patrimonio, algunos datados tras la muerte del pintor.

 
El jardín de las delicias

El Bosco es el apelativo por el que se conoce en España al pintor Jeroen van Aeken, nació en la localidad holandesa de Hertogenbosch, cerca de Amberes, en el ducado de Bravante. No hay noticias de que saliera de su ciudad natal, ni siquiera a la próspera ciudad comercial de Amberes.

Su familia estaba dedicada tradicionalmente al oficio de pintor: su abuelo, su padre, su tío, sus hermanos, lo hicieron, así como posteriormente su hijo.

Otro dato que se conoce es que hacia 1480 se casó con Aleyt van Meervene, joven procedente de una buena familia que proporcionaba una buena dote al matrimonio y que por esas mismas fechas Hieronimus obtuvo el título de maestro, imprescindible para trabajar de forma independiente.

 
El carro de heno

En el siglo XIV su localidad natal tenía una población de unas 14.000 personas y se había convertido en la segunda localidad más grande del norte de Holanda, tras Utrecht, pasando en 1496 llegó a los 17.280 habitantes. Era pues una población lo suficientemente grande como para poder sostener económicamente a sus artesanos y a sus incipientes artistas, sobre todo por el establecimiento en la zona de monasterios,   abadías e iglesias de distintas órdenes católicas.

Los encargos que recibía por tanto El Bosco debían ser numerosos, ya que queda constancia de que vivía en la mejor zona de la ciudad. Su clientela estaba formada por burgueses, clérigos, nobles y la Hermandad de Nuestra Señora.

 
La adoración de los Magos

En la cofradía de Nuestra Señora, institución de carácter laico fundada en 1318, se sabe que El Bosco ingresó en 1486 o 1487 y en que en ella intervino activamente. Su padre, su mujer y su suegro, Goyart van de Mervenne, eran miembros, junto con otros destacados nombres de la élite local, y participaban en sus acciones piadosas y caritativas. El Bosco trabajó en la decoración de la capilla que la organización poseía en la colegiata, hoy la actual catedral de San Juan, y realizó diversas obras (dos lienzos, un candelabro o un reloj; piezas, como se ve, de tipo menor) por encargo de la hermandad.

Cuando El Bosco murió, en 1516, la misma cofradía organizó su funeral con unas exequias solemnes en la capilla de la otrora colegiata, señal de la alta consideración de la que había disfrutado el artista entre sus compañeros religiosos y entre sus conciudadanos.

 
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Esta hermandad promovía una mayor simplicidad en la práctica religiosa y el rechazo a todo lujo y placer en la vida diaria. El fuerte vínculo del artista con su orden y la vida ejemplar que solían llevar los cofrades conduce a pensar que El Bosco fue un hombre devoto y así parece reflejarlo en su obra, pues los expertos coinciden en que existe una profunda carga moral en sus enigmáticas fiuras.

Uno de sus encargos más importantes lo recibió en 1504, cuando Felipe el Hermoso le encargó un cuadro sobre el Juicio Final, lo que indica que su fama había llegado a la Corte borgoñona.

 
 

Los misterios de su obra

Los pocos datos que se conocen sobre su vida han favorecido las leyendas que intentan explicar el supuesto enigmático significado de sus cuadros, existiendo multitud de teorías de historiadores, sociólogos, teólogos, psicólogos, etc.

Ya desde mediados del siglo XVI existen numerosas interpretaciones, algunas más rocambolescas que otras, los surrealistas, por ejemplo, lo convirtieron en uno de sus tótems.

Giorgio Vasari listó a El Bosco en su famosa obra Vidas de los más excelentes arquitectos, escultores y pintores (1550), junto a Pieter Brueghel, como “imitador” de las “fantasías, invenciones extrañas, sueños e imaginaciones de ese tipo” del pintor Franz Mostaert (1528–1560).

 
 

Hay historiadores que dicen que el Bosco pudo formarse con un ilustrador de libros y miniaturista, dato que podría explicar la pequeña escala de figuras que emplea y su recurrencia a la iconoclastia profana. Según estos, los espacios marginales de los manuscritos ofrecían un espacio de libertad frente a las reglas de la iconografía y del decorum y son lugares periféricos, alejados de los espacios centrales, en los que aparecen tanto criaturas fantásticas como fragmentos de realidad sorprendentemente bien observados. Para estos, la gran transgresión artística del Bosco parece radicar en haber trasladado de los márgenes a la pintura de caballete esas criaturas entre lo humano y lo bestial, entre el realismo y la caricatura, para censurar lo indecoroso y al mismo tiempo celebrarlo, sancionar lo impúdico y a la vez reírse de las normas.

 
Extracción de la piedra de la locura

Una explicación racional       

La realidad, sin embargo, puede ser más sencilla. El Bosco parece estar marcado, como es lógico, por la época convulsa que le tocó vivir.

Los sucesos violentos que azotaron los Países Bajos durante el último tercio del siglo XV permiten comprender mejor la atmósfera amenazadora de sus cuadros.

El Bosco conoce en su infancia una paz y una prosperidad que se vio truncada por la inestabilidad política sobrevenida en los años 60. El enfrentamiento del rey de Francia con Carlos el Temerario, nuevo duque de Borgoña, desencadenó una oleada de disturbios y saqueos que acabaron con la muerte del duque en la batalla de Nancy de 1477. Uno de los acontecimientos más violentos de esta época fue el saqueo de Gante en 1468, donde se produjeron numerosas ejecuciones públicas ante el terror de la población.

En toda Europa se produjeron abundantes movimientos heréticos, sectas que trataban de romper con la Iglesia, que ostentaba un poder y un lujo excesivos. Los movimientos heréticos trataban de retornar a las raíces del primer cristianismo, con comunidades en las que se compartieran los bienes.

 
La mesa de los Pecados Capitales

Es decir, El Bosco vivió en una época de crisis espiritual muy profunda, que condujo poco después a la ruptura del mundo cristiano.

Se imponía la ley del más fuerte. La ignorancia y el analfabetismo alcanzaban a un 90% de la población, que veía su esperanza de vida en poco más de los cuarenta años. Las enfermedades endémicas y las epidemias, frecuentemente de peste, diezmaban a la población, cuando no se trataba de guerras mantenidas durante años.

También se ha especulado con el impacto que pudo tener sobre el artista el gran incendio que asoló su ciudad natal en 1463, ya que los braseros y las llamas aparecen de modo obsesivo en sus tablas. El incendio arrasó 4.000 casas y muy probable que El Bosco adolescente fuera testigo de aquel fuego.

 
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Así pues, parece que, a pesar de la originalidad de la obra de El Bosco, que se mantuvo al margen de las tendencias artísticas de sus contemporáneos flamencos e italianos, parece evidente la influencia de su época en su obra.

Su estilo, argumentan muchos expertos, recoge claramente los fantasmas de los años finales de la Edad Media, en los que la salvación tras la muerte era una gran obsesión.

El Bosco establece enseguida la temática favorita en su obra: la debilidad humana, tan proclive al engaño y a ceder a las tentaciones. Una de sus fuentes de inspiración favoritas fue la cultura popular. Los refranes, los dichos, las costumbres y leyendas, las supersticiones del pueblo le dieron múltiples temas para tratar en sus cuadros. Da a los objetos de uso cotidiano un sentido diferente y convierte la escena en un momento delirante, lleno de simbolismos. Todos sus cuadros están impregnados de un sentido del humor burlesco, a veces cruel, dicen los estudiosos de su obra.

El Bosco prácticamente pintó sólo obras religiosas. Su piedad era extrema, rigurosa, y presentaba un mundo enfangado, que se revolcaba en el pecado, casi sin esperanza de salvación. El Bosco ve a sus congéneres pudriéndose en el Infierno por todo tipo de vicios.

 
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Se tiende a mirar sus obras como productos magníficos de la imaginación, y se tiende a identificarlo con el surrealismo. Pero lo cierto es que El Bosco no pintó para nosotros, lo hizo hace más de 500 años y posiblemente nosotros hoy día seamos incapaces de comprender todos los símbolos y lecturas con que impregnó sus cuadros.

El mundo religioso estaba tan presente o más como los fenómenos cotidianos. En un mundo donde no se sabía leer ni existían imágenes apenas, los cuadros del Bosco representaban una realidad cotidiana. La presencia continua del pecado y la amenaza del infierno eran ley de vida.

El Bosco jamás entró en contacto con la cultura urbana ni con las renovaciones que se estaban produciendo en los Países Bajos, Italia y España. El Bosco representa el arte de provincias, casi sin influencia de los movimientos contemporáneos donde se pretendía cambiar el concepto del mundo basado en Dios por el de un mundo basado en el hombre.ç

 
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El Bosco y sus pinturas todavía se situaban en la tradición medieval de representar el mundo y lo humano como si fuera un inventario de tipos y casos ejemplarizantes sobre la experiencia de la vida, del pecado y de la muerte. De esta forma, El Bosco quería hacer reflexionar a los que contemplaban su obra y que hiciesen suya su moral y sus valores (control de las pasiones, el rechazo a los pecados, a los gustos y diversiones populares por los excesos, etc).

Pero los expertos consideran que hoy no hay que ver así a El Bosco, como creador de demonios, sino como a un artista absolutamente original, con una capacidad de invención extraordinaria y como el creador de una nueva técnica y una nueva iconografía.

 
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Los “boscos” españoles

De las 25 obras originales que existen de El Bosco, España tiene ocho y seis de ellas están en El Prado, como La Adoración de los Magos, El jardín de las Delicias o, El Carro de Heno«.

Tan gran presencia de El Bosco en España se debe a la admiración que Felipe II sentía por él y también porque Juana I, casada con Felipe “el Hermoso” conoció a El Bosco en su ciudad natal y probablemente fue la mediadora en el envío de estas obras a España.

De El Bosco, dicen, todavía hoy queda mucho por descubrir, empezando la cronología de sus obras, por que El Bosco no fechó ninguna, y terminando por algunas atribuciones polémicas de sus cuadros.

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Periodista, blogger y escritora de contenidos.

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