Que todo lo que ocurre en los Estados Unidos con el tiempo repercute en toda la Unión, es una clara disposición histórica. Nada ocurre por casualidad, si no todo lo contrario.
La ley de Igualdad aprobada la semana pasada en los Estados Unidos es una amenaza a los derechos civiles de las mujeres y de todas las personas de fe. La Ley de Igualdad no sólo destruirá la igualdad para las mujeres que no son hombres biológicos (una frase contradictoria hecha necesaria por el vocabulario ridículo de hoy), sino que también eliminaría todas las protecciones que la Ley de Libertad Religiosa nos había proporcionado en el pasado. Eliminando así todos los derechos de las instituciones basadas en la fe para contratar y despedir empleados basados en su misión religiosa. Peor aún, la Ley de Igualdad exigirá lo que se puede enseñar en las escuelas basadas en la fe, negando a los estudiantes la oportunidad de escuchar la verdad sobre lo sagrado del matrimonio y los peligros que representan las concepciones posmodernas del género.
Escuelas e iglesias podrán estar reguladas cuando así se lo demanden por la recién aprobada ley de Igualdad. Todas las escuelas religiosas se verán obligadas a contratar a aquellos que no compartan las enseñanzas y creencias de la escuela religiosa patrocinadora si una demanda es presentada por la comunidad LGBTQ protegida. Estaremos solos, sujetos a multas y demandas si alguien se siente ofendido al aprender acerca de las enseñanzas católicas sobre la dignidad del individuo – incluyendo el pre-nacido – y la sacralidad de la creación de Dios de un hombre y una mujer.
En su sitio web de campaña de 2020, Biden declaró: «La Ley de Igualdad es el mejor vehículo para garantizar la igualdad de derechos bajo la ley para los estadounidenses LGBTQ y garantizará que las personas LGBTQ estén protegidas bajo las leyes de derechos civiles». Apegados a la gran cantidad de donaciones de campaña de la comunidad LGBTQ, especialmente de los multimillonarios de la comunidad transgénero, los legisladores demócratas parecen sentir que no tienen más remedio que apoyar todas las demandas de esta comunidad. Pero que ocurre en Europa respecto a la ley de igualdad. Veamos lo que dijo el 16 de septiembre del 2020 la presidenta Von Der Leyen en el Discurso de la Unión en Bruselas:
Señorías: «No descansaré a la hora de construir una Unión de igualdad. Una Unión en la que todos podamos ser como somos y amar a quien amemos, sin miedo a la recriminación o a la discriminación. Porque ser tú mismo no es cuestión de ideología. Es tu identidad. Y nadie podrá nunca arrebatártela. Por tanto, voy a decirlo alto y claro: las «zonas libres de LGBTIQ» son zonas sin humanidad. Y no tienen cabida en nuestra Unión. Y para asegurarnos de que apoyamos al conjunto de la comunidad, la Comisión va a presentar en breve una estrategia para reforzar los derechos de las personas LGBTIQ. En este contexto, también fomentaré el reconocimiento mutuo de las relaciones familiares en la UE. Si usted es madre o padre en un país, también lo es en todos los demás países».
Según María Lacalle, la ideología de género «pretende instaurar una sociedad en la que todos los individuos sean iguales, una sociedad sin diferencias entre los sexos en la que cada uno, independientemente de las características biológicas con las que nazca, escoja su propia identidad de género y su propia orientación sexual».
Como dice La Calle «Esta ley banaliza de una manera alarmante la cuestión de la identidad sexual. En primer lugar, no requiere un estudio psiquiátrico en profundidad, sino que permite que se cambie la inscripción registral con un simple informe psicológico; no exige cirugía de reasignación sexual, y tampoco establece como estrictamente obligatorio el haber seguido un tratamiento médico para acomodar las características físicas a las correspondientes al sexo reclamado». «Esta ley muestra «una concepción del ser humano según la cual la identidad sexual es una variable subjetiva de cada persona. Es como si cada uno pudiera inventarse a sí mismo: la naturaleza no cuenta, cada uno hace lo que quiere porque la libertad se concibe como una fuerza omnipotente y autocreadora. El deseo de cada uno se convierte en motivo suficiente para pretender alterar la realidad».
Señoras y señores, estamos viviendo una decodificación, una deconstrucción de nuestra propia identidad, para implantarnos otra de manera totalitaria. Se pretende desvincularnos de nuestros principios fundacionales judeocristianos desde el sistema educativo y en nuestras legislaciones.
Arthur Charlan 12/04/202
Publicado anteriormente en el The Traditional Post
