Alejandro Macarrón Larumbe: “La baja natalidad no es cuestión de dinero sino de valores”

Conversación tranquila de @jmfrancas con Alejandro Macarrón Larumbe: Ingeniero y consultor empresarial, Director de la Fundación Renacimiento Demográfico (@ren_demografico) y autor de los libros «El suicidio demográfico de España»...
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Conversación tranquila de @jmfrancas con Alejandro Macarrón Larumbe: Ingeniero y consultor empresarial, Director de la Fundación Renacimiento Demográfico (@ren_demografico) y autor de los libros «El suicidio demográfico de España» (Home Legens, 2011) y «Suicidio demográfico en Occidente y medio mundo» (CreateSpace-Amazon, 2017).

 

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JMF: ¿Renacimiento o suicidio demográfico?

Alejandro Macarrón Larumbe: Ése es el dilema. Es más o menos hamletiano. Renacimiento («ser») o suicidio («no ser») demográfico.

JMF: Y ahora,  ¿en qué estamos?

Alejandro Macarrón Larumbe: Claramente, en modo «suicidio». Cada nueva generación de españoles es un 35% a 40% menos numerosa que la anterior. De seguir así indefinidamente, teniendo tan pocos niños, desapareceríamos.

JMF: Y, si eso es tan evidente, ¿por qué piensas que desde el gobierno no se hace nada?

Alejandro Macarrón Larumbe: Porque es un tema muy incómodo socialmente, ya que más de la mitad de los españoles tiene ahora solo un hijo, o ningún hijo. Y como los efectos de esa escasez de niños no se notan en el día a día, ya que el deterioro demográfico es muy lento, y a ningún político le piden cuentas por esto, lo dejan pasar. También influye que la comunidad académica-intelectual pasa tanto del tema como los políticos. Y los medios últimamente hablan un poco más del asunto, pero aún demasiado poco.

JMF: ¿No puede haber detrás un intento de atacar a la ‘familia’?

Alejandro Macarrón Larumbe: Lo hay. Siempre hay extremistas en cualquier sociedad. Pero no triunfarían si la gran mayoría de la población se opusiera frontalmente a ello, y si hubiera muchas más voces influyentes pro-familia y pro-hijos. A nadie le obligan a no casarse, ni a divorciarse, ni a abortar, ni a no tener hijos…

JMF: Y,  ¿hay voces influyentes pro-familia y pro-hijos?

Alejandro Macarrón Larumbe: Las hay, pero demasiado pocas. Y así estamos como estamos.

JMF: Ya se que no es la razón más de fondo, pero con el problema de las pensiones, ¿nadie se plantea esto?

Alejandro Macarrón Larumbe: Los «sabios» que hace cuatro o cinco años elaboraron la  última reforma de las pensiones, al menos en lo que se publicó en prensa, no dijeron «ni mu» de natalidad. Y eso ha sido la tónica general hasta hace muy muy poco cuando se hablaba de pensiones.

JMF: Y,  ¿a qué achacas eso?

Alejandro Macarrón Larumbe: No estoy seguro. No sé si es ignorancia de lo que la baja natalidad implica, o pensar que es irreversible, o cobardía, o influencia del mantra de que el mundo está superpoblado, o todo eso a la vez… También es cierto que una mejora de natalidad mañana no se notaría en la economía productiva hasta dentro de 20 a 25 años, y por tanto, si el gobierno te pide que «arregles» lo de las pensiones para los próximos 10 a 15 años, que nazcan o no niños ahora es indiferente.

JMF: Pero si no se empieza, los 20 años no pasarán nunca y el problema crece…

Alejandro Macarrón Larumbe: ¡Desde luego!

JMF: ¿Hay políticas reales que fomenten la natalidad?

Alejandro Macarrón Larumbe: Hay políticas que han logrado éxitos parciales en otros países, pero en todos ellos han resultado ser insuficientes, y en casi todos ellos, además, en los últimos años se está produciendo una nueva caída de la fecundidad. En mi opinión, no han funcionado más que parcialmente, porque se han centrado casi exclusivamente en dar dinero o cosas equivalentes a las madres/familias. Y la causa principal de la baja natalidad no es el dinero,  es cuestión de valores. De hecho, históricamente, la natalidad ha caído al crecer con fuerza la prosperidad.

JMF: ¿El problema es el bienestar de occidente?

Alejandro Macarrón Larumbe: Tal vez sea ésta la pregunta esencial de esta entrevista. Benjamin Franklin, a mediados del Siglo XVIII, pronosticó que la desbordante natalidad de la América inglesa de la época, integrada sobre todo por personas muy religiosas, iría a menos según la población fuera prosperando. «He observado que la gente con más dinero se lo piensa más a la hora de tener hijos», escribió este genio polímata (editor, hombre de negocios, escritor, científico, inventor, político…. y todo ello de forma sobresaliente), quien se aplicó a sí mismo el cuento. Él tuvo dieciséis hermanos. Ya de adulto, ganó mucho dinero, y tuvo solo dos hijos (más uno extramatrimonial). Sí parece que el bienestar económico y de salud -junto con el radical cambio de estructuras económicas, políticas, legales y de valores y hábitos sociales y morales que se ha producido en paralelo a su logro-, es la clave principal de fondo de la bajísima natalidad occidental. Y eso es una preocupante realidad, porque el bienestar alcanzado es / parece irrenunciable. Pero claro, si no logramos compatibilizar ese bienestar con una natalidad suficiente, para lo que necesitamos reinventar parcialmente el modelo de sociedad actual, perderemos bienestar y acabaríamos desapareciendo.

JMF: ¿Me estás definiendo el egoísmo?

Alejandro Macarrón Larumbe: Una forma de egoísmo, sin duda. Creo que la cara oculta e indeseable del progreso material/bienestar, es que nos vuelve más blanditos, menos esforzados. Con menos sentido del deber. Y criar hijos es esforzado, sacrificado. Te da muchas satisfacciones, te completa la vida. Pero es esforzado, en lo vital y en lo económico. Este reblandecimiento moral se ve en muchas familias que pasaron de la pobreza a la riqueza. Un caso típico es el de un hombre de orígenes humildes, listo, muy «currante», austero, que aprovecha todas las oportunidades que puede para formarse y prosperar, y que todo el tiempo está pensando en cómo crear nuevas oportunidades. Se casa con una mujer de extracción humilde y currante como él. Tienen hijos, que se crían con una «cuchara de plata» en la boca. Los padres les dan «todo», para que no pasen las dificultades que ellos tuvieron de pequeños. Y al hacerlo, sin ser ese su propósito, los vuelven mucho más blanditos y vagos que ellos, menos sacrificados. A veces esto pasa en dos generaciones, más que en una. El rico fundador de la saga, o bien sus hijos que mejoraron el patrimonio familiar, miman demasiado a sus sucesores,  que por esa razón no saben «lo que vale un peine», porque nunca tuvieron que esforzarse para adquirirlo con el sudor de su frente. En muchas de esas sagas familiares, los hijos o nietos del fundador, por esas dinámicas y ese debilitamiento moral, valen mucho menos que éste, y acaban su vida con mucho menos dinero del que heredaron. Con otro símil, pensemos en la diferencia de vigor entre un lobo y un perrito faldero doméstico, o entre una hembra de bisonte salvaje y una vaca de granja. Los primeros viven a la intemperie, están muy en forma, deben buscarse la vida, pugnan con otros de sus especie. Los animales domesticados son mucho más como el burrito Platero (blando, suave…). Sí, criar hijos es maravilloso, pero sacrificado. Y qué duda cabe de que los occidentales de ahora somos mucho más blanditos y poco sacrificados que los de antaño. Al ver a los suaves y altamente cívicos escandinavos de hogaño, cuesta creer que sus antepasados fueron los durísimos vikingos de antaño. Pero sí, lo fueron.

JMF: Con este panorama, ¿ qué hacemos?

Alejandro Macarrón Larumbe: Necesitamos un gran «rearme moral» pro-hijos y pro-familia, algo más fácil de desear y pedir que de lograr, claro. Hay que exponer a toda la sociedad, empezando por los niños en el colegio, pero no solo a ellos, nuestra cruda realidad demográfica, y lo bueno que es para casi todos los seres humanos tener familia propia con críos. O recuperamos espíritu de sacrificio, y tenemos entre todos los suficientes hijos, o si no, evitar hoy meternos en el lío de tener «churumbeles», por comodidad, será la tristeza y la pobreza del mañana, por el desplome demográfico de la sociedad, en general, y el vacío afectivo y de cuidados familiares de quienes no tuvieron hijos, en particular. Pero además, hay que contarles a esos escolares y jóvenes que esto es un esfuerzo que compensa. Que la alegría de vivir con hijos y lo que te devuelven a lo largo de tu vida, compensa (ojo, también hay que volver a educar a los hijos en el agradecimiento y la ayuda a sus padres cuando estos lo necesiten).  Además, y partiendo de eso, hay que cambiar muchas leyes y costumbres en la sociedad actual para favorecer e incentivar que se formen familias, que estas sean muy mayoritariamente estables, y tengan varios hijos en media. Pero lo fundamental es ese rearme moral. Con él, lo otro vendrá por añadidura. Sin él, le seguirá dando pereza a demasiada gente embarcarse en este «adorable lío» de tener varios niños. Si solo valoramos el dinero y la comodidad personal, tener hijos no compensa.

JMF: Gracias Alejandro, no pides poco… Un abrazo y hasta pronto.

Alejandro Macarrón Larumbe: Ja ja ja. Ya sabes que contra el vicio de pedir está la virtud de no dar. Gracias, Josep María.

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Nacido en Manresa, (Barcelona). Licenciado en Ciencias Biológicas (UB). Ex profesor (UAB), ex editor (Editorial Labor), ex político (Ayto de L'Hospitalet y Parlament de Catalunya) y ahora periodista.

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