Al caloret

El caloret de las fallas ya no calienta a algunos políticos lo mismo que antaño. Ahora, son muchos los que en silencio tiemblan por ver sus cuentas aireadas o...
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El caloret de las fallas ya no calienta a algunos políticos lo mismo que antaño. Ahora, son muchos los que en silencio tiemblan por ver sus cuentas aireadas o sus conversaciones escuchadas. Lejos quedan las conocidas estafas que a voces compartían brabucones y descarados canallas, con poca vergüenza, pero con los bolsillos llenos. A tenor de creer vislumbrar el fin de una época de robos, desfalcos y malversaciones a la sociedad, aún queda mucho por educar. Y si no fuera la desfachatez de los insolentes que gobiernan, o de los que lo pretenden, lo que guiara su razón, no nos encontraríamos ante una ingente cantidad de personas que no asume sus errores, que no dirime sus fallos y que no es consecuente con sus actos. He aquí la ignorancia de los que nos creyeron ineptos y que todavía se siguen riendo de nosotros, pues consideran incomprensiblemente que el país funciona mejor con ellos. Deducción lógica al observar cómo no sueltan ese clavo ardiendo al que se aferraron en algún tiempo inmemorable. Es difícil concebir que cualquier persona que cometa un desliz tras otro en un puesto de trabajo, y que obvie o desconozca información relevante y decisiva para el ejercicio de su labor, no sea sujeto de un despido fulminante.

No imagino, por mucho que trato de hacerlo, a mi hermano el informático recreándose en algún tipo de descuido en su trabajo y durmiendo tranquilo por las noches, ni a mi amiga la odontóloga sacando las muelas equivocadas. Sería curioso ver cómo envejece un abogado dentro de un bufete perdiendo los papeles a diario. Pero claro, es digno de loar la estupidez de creerse por encima del bien y del mal, sin reparar en que su actuación perjudica a muchos. Las responsabilidades se adquieren voluntariamente, pero habrá que recordar que las consecuencias se asumen de manera irremediable, pues van incluidas en el precio. No es tarea sencilla dirigir, para ello se coloca a alguien apto para el puesto, que siempre puede “dimitir” si no es capaz de estar a la altura. Por lo que ha de tener cuidado aquel que se arrime demasiado al fuego, las malas lenguas dicen que el caloret acaba quemando.

 

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Periodista. Manchega aficionada a contar historias y a sonreír cada día.

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