Conversación tranquila de @jmfrancas con Santiago Armesilla (@armesillaconde): Politólogo, doctor en economía, investigador del Euro-Mediterranean University Institute (EMUI), de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM), de la Red Española de Estudios del Desarrollo (REEDES) y de la Universidad Federal de Río Grande del Sur (Brasil). Ha escrito dos libros «Trabajo, utilidad y verdad» (2015) y «El marxismo y la cuestión nacional española» (2017), además de varios capítulos de libros sobre Podemos, la integración iberoamericana y el desarrollo de la región, y bastantes artículos.
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JMF: ¿Está vivo el marxismo?
Santiago Armesilla: El marxismo no puede morir, decía Gustavo Bueno. También decía que «el materialismo histórico de Marx es tan importante que no asimilarlo es como ser precopernicano». Así que con estas sentencias es casi suficiente como para afirmar que sí. El marxismo es la doctrina filosófica hegemónica del próximo imperio, la República Popular China, país más poblado de la Tierra, el cuarto más extenso y con el mayor partido político existente, además del mayor ejército de tierra del mundo. También está presente de la misma manera en Vietnam, Laos, Corea del Norte (a su manera) y Cuba. Y sigue presente en diversos partidos políticos en todo el mundo, y en la Academia, al menos a nivel formal. Otra cosa es que haya mucho imbécil que se autorreclame marxista. Tan imbécil como el que se pueda reclamar liberal, demócrata, cristiano, feminista, musulmán, de manera autojustificadora de un cierto comportamiento, para salvarse del infierno o algo así. Yo soy marxista, aunque Otegui, Willy Toledo y Rufián se autoproclamen también marxistas. Ninguno de los tres lo ha sido nunca. Quizás Toledo sepa algo más, pero viene del anarquismo, y tiene un considerable cacao mental.
JMF: ¿Qué valores propugna el marxismo hoy?
Santiago Armesilla: Realmente, el marxismo no ha propugnado nunca valores. Eso que se ha dado en llamar marxismo, el materialismo histórico, es una doctrina filosófica, una metodología de análisis de la realidad, materialista, dialéctica, alejada de cualquier tipo de sentimentalismo o moralina, y es una doctrina filosófica realmente muy aséptica. Es cierto que toma partido, por los trabajadores que producen valor económico a cambio de un salario menor en cantidad al valor que producen, y la diferencia o resta entre ambas cantidades es el plusvalor, el cual se lo reparten entre el capitalista dueño de los medios de producción que ha utilizado el obrero para producirlos, otros capitalistas rentistas, terratenientes o financieros, y también por el Estado a través de impuestos. La producción de valor es el bombeo de sangre del modo de producción capitalista. Pero el materialismo histórico no toma partido en base a valores morales, éticos, estéticos, etc. No es una axiología. Toma partido en tanto que entiende que los trabajadores asalariados, la mayoría social en todas las sociedades políticas capitalistas, y también socialistas, es el sujeto revolucionario definitivo que, organizado mediante un partido de vanguardia (según Lenin), y tomando el poder del Estado, puede anular y superar el estado de cosas actual hasta un punto que ya no sea posible volver atrás. La evolución de esta dialéctica de clases se vuelve universal a través de la dialéctica de Estados y de Imperios. Y la forma en que se desarrolla esta dialéctica conlleva no solo la producción de mercancías, sino también de ideas que, en enfrentamiento constante entre sí, pues pensar es, en verdad, pensar contra alguien (dialécticamente), se disputan la hegemonía social. «La ideología dominante es la ideología de la clase dominante», que decía Marx. Hoy día, es la ideología dominante la que propugna valores axiológicos que, si no los aceptas, se te considera un asocial. Esa ideología dominante, a mi juicio, es una mezcla de-generada entre liberalismo, socialdemocracia, postmodernismo e irracionalismo filosófico muy peligrosa. En todo caso, los contra-valores socialistas no los ha propugnado el marxismo, sino ideologías surgidas o inspiradas por él, como el comunismo.
JMF: Tu, ¿por qué eres marxista?
Santiago Armesilla: Yo me hice marxista con 17 años. Eso fue en 1999. Me compré el Manifiesto Comunista entonces. Desde entonces lo soy. Habían pasado siete años desde la caída de la URSS. Pero la verdad, siempre me ha parecido el último reducto de racionalidad. Y me lo sigue pareciendo. Todo lo que he leído después hasta ahora, me ha reforzado en esa posición.
JMF: ¿Cómo ves la política española hoy?
Santiago Armesilla: En una situación de degeneración continuada en la que cuál será difícil adivinar el final. Yo diría que vivimos un proceso de descomposición del régimen de la Constitución de 1978, agravado por esa misma Constitución y su contradictorio articulado, que podría acarrear el fin de la unidad de España y su balcanización. Si eso ocurre, lo que quede de España no podrá ser en ningún caso, salvo Risorgimento (reunificación), tablero para la lucha de clases en serio. No veo a ningún partido político o sindicato con capacidad para revertir esa situación. España se disuelve en Europa, y con el aplauso de buena parte de la población.
JMF: Se disuelve en Europa dices, ¿no se disolverá antes solita?
Santiago Armesilla: Cuando un azucarillo se disuelve, siempre es en un líquido. España es el azucarillo, y el líquido viscoso en que se disuelve es Europa. Nada se disuelve solo.
JMF: Visto asi… Me refería al auge de nuestros nacionalismos y a su posible victoria…
Santiago Armesilla: Sé que lo que voy a decir puede sonar chocante para muchos, pero un nacionalismo solo puede ser combatido por otro nacionalismo. Eso sí, frente al nacionalismo fraccionario, de corte étnico-racista, que es fomentado en nuestras diecisiete comunidades autónomas, debe ser fomentado un nacionalismo político, cívico, de corte español. Un patriotismo, como dirían algunos. La victoria del separatismo se produciría por incomparecencia de un patriotismo español que no le pare los pies. Pero ese patriotismo, hoy día, es débil porque o bien se trata de un mero patriotismo constitucional, tipo Habermas (PP, sectores del PSOE), o es un europeísmo monárquico económicamente liberal (VOX), o es un despropósito antinacional tipo austromarxista (Unidos Podemos y su matrioshka). A mi juicio, solo un patriotismo revolucionario, de tipo socialista, antieuropeísta y pro-iberoamericanista, internacionalista en la cuestión obrera y republicano, podría revertir la situación. Pero eso requiere, antes, construcción doctrinal, que no la hay.
JMF: En España parece que ser ‘patriota’ es ser de rancia derecha, ¿a qué se debe esto?
Santiago Armesilla: A que Franco ganó la guerra no solo en el campo de batalla, sino que también lo hizo en el de las ideas. Franco venció y convenció, a pesar de Unamuno. Y sigue ganando batallas después de muerto, más incluso que el Cid. Franco se apropió la idea de España y la hizo inseparable de su persona. Y las «izquierdas», por ineptitud política y teórica, se la han cedido, pensando que es suya. La hispanofobia de las «izquierdas» se debe una Guerra Civil de tres años que dio lugar a una dictadura de 40 que, es mucho a nivel biográfico, pero un mero chasquear de dedos en una nación de 500 años de Historia y más de siete siglos de previa construcción medieval.
JMF: Y esta hispanofobia de la izquierda ¿tiene remedio?
Santiago Armesilla: Sí. Sin duda. La necesidad de construir un marxismo netamente español, y en español, que tenga acceso a los textos de los clásicos del marxismo sobre España (que empieza en Covadonga y Sobrarbe, según Marx y Engels) y sobre el modelo de Estado (que en el marxismo es republicano, unitario, centralista, patriota, internacionalista y con la clase obrera elevada a la condición de clase nacional, de nación, dueña de un territorio y una Historia dominadas por otras clases sociales), que los lea y los asimile, los haga suyos y empiece a aplicar a la práctica política los mismos, es indispensable para revertir la situación. Claro que, en esa construcción de una nueva izquierda, quizás la vieja deba ser barrida del mapa y enviada al basurero de la Historia, que es donde debe estar.
JMF: ¿Es Podemos la esperanza de la izquierda en España?
Santiago Armesilla: Para nada. Podemos es la conclusión lógica del régimen de 1978. Su apuesta por un Estado plurinacional está ya consignado en el Artículo 2 de nuestra Constitución. Podemos es tan enemigo de la clase trabajadora como el PP, el PSOE o los separatistas. Con la diferencia de que Podemos reclama a la gente, un ente abstracto que confunden con el pueblo. Aunque nadie sabe qué es la gente y qué es el pueblo. A Podemos ya los catalogó Lenin como lo que son en un texto suyo de 1894, llamado «¿Quiénes son los ‘amigos del pueblo’ y cómo luchan contra los socialdemócratas?». Recomiendo su lectura.
JMF: ¿Hay algo más allá de la socialdemocracia en la política españolas?
Santiago Armesilla: Realmente creo que no. La socialdemocracia, degenerada con liberalismo, postmodernismo e irracionalismo, es la ideología dominante en España. En el fondo, todos los partidos políticos españoles son socialdemócratas, que es la «izquierda» en el capitalismo, y de ahí su éxito. El artículo 1 de nuestra Constitución dice que «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político». Es decir, como un Estado socialdemócrata. Blanco y en botella. Quien se salga de eso, es un apestado.
JMF: ¿Cómo ves a Sánchez y su nuevo Gobierno? Alguna esperanza…
Santiago Armesilla: Como es imposible fallar en todo, diré que en alguna cosa acertarán. Pero no confío en que él y su gobierno de rock stars vayan a revertir los procesos que he señalado antes. Perder la esperanza es pecado mortal según la Iglesia Católica. Y con razón. Pero creo que nuestras esperanzas dependen más de lo que nosotros hagamos que de lo que haga este Gobierno, o del siguiente.
JMF: Gracias Santiago, espero poder hablar contigo en más ocasiones, un abrazo.
Santiago Armesilla: Muchísimas gracias, ha sido un placer responder a estas preguntas tan inteligentemente formuladas. Un abrazo.