Luis Castellví Laukamp: “La inmigración no es un problema sino un reto”

Conversación tranquila de @jmfrancas con Luis Castellví Laukamp, doctor en literatura española por la Universidad de Cambridge, licenciado en derecho por la Universidad de Barcelona, socio del Club Tocqueville....
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Conversación tranquila de @jmfrancas con Luis Castellví Laukamp, doctor en literatura española por la Universidad de Cambridge, licenciado en derecho por la Universidad de Barcelona, socio del Club Tocqueville. Escribe en prensa sobre literatura, inmigración y racismo.

 

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JMF: ¿Es España racista?

Luis Castellví: En todos los países hay racismo. También en España. El rechazo a cierta inmigración es fuerte y se nutre de ideas reaccionarias. Hay quien cree que el país debería preservarse para sus “verdaderos” dueños: los naturales del territorio. No obstante, si planteamos la cuestión en términos binarios no avanzamos mucho. Tendemos a pensar que uno o bien es racista (y, por tanto, una mala persona) o bien no lo es. Por eso nadie se considera a sí mismo racista. En la encuesta del CIS “Actitudes hacia la inmigración (IX)” (2016), se pregunta: “En la escala de racismo, ¿dónde se ubicaría Ud., siendo 0 ‘nada racista’ y 10 ‘muy racista’?”. Me parece un enfoque más acertado. Imaginemos el racismo como una escala. O una línea recta. En un extremo está Hitler. En el otro, Nelson Mandela. Todos ocupamos algún lugar intermedio en esa línea. Es más, hay varias líneas: una para cada minoría. Una misma persona puede ocupar un lugar distinto en cada línea. Por ejemplo, hay quien ha superado los prejuicios sobre las personas negras (por haber tenido amigos negros, o pareja) pero ve la inmigración marroquí con “suspicacia” (por usar un término blando). Hay quien tiene respeto e incluso simpatía por los latinoamericanos (la minoría que “cae mejor” en España, según la mencionada encuesta del CIS) pero desprecia a los rumanos. En definitiva, el racismo es un fenómeno complejo. En España falta reflexionar al respecto. Es esencial en el mundo de hoy y del futuro inmediato.

JMF: Se puede no ser ‘racista’ y estar molesto con la política migratoria española que a veces parece de barra libre, ¿no?

Luis Castellví: Si me permite, con todo el respeto y cordialidad, no me acaba de convencer la formulación de la pregunta. Parece moverse en los términos binarios del “ser o no ser” racista que animé a superar en mi respuesta anterior. Yo no llamaría racista a nadie por estar molesto con la política migratoria española. No avanzamos nada llamándonos racistas unos a otros. Pero sí se pueden criticar ciertas ideas y actitudes sobre razas e inmigración. Por ejemplo, tendemos a sobredimensionar nuestra población extranjera. Según una encuesta de la empresa Ipsos publicada en septiembre de 2017, el 61% de los españoles creía que la inmigración en España había aumentado durante los 5 años anteriores. Lo cierto es que disminuyó. Como consecuencia de la crisis económica, el número de extranjeros empadronados pasó de 5,7 millones en 2011 a 4,6 millones en 2016. Hoy tenemos en torno a un 10% de población extranjera. No es una cifra disparatada si se compara con países de nuestro entorno. De hecho, dado nuestro declive demográfico, dependemos en gran medida de la inmigración. Como decía Vargas Llosa en un artículo clásico de 1996, “el inmigrante no quita trabajo, lo crea y es siempre un factor de progreso”. Pero más allá de los datos, hay que humanizar, dar nombres y apellidos, contar historias de éxito de ciudadanos españoles de origen extranjero. Hay que mostrar sus contribuciones no solo a nuestra economía, sino también a nuestra cultura. Pienso, por ejemplo, en Najat el Hachmi, que vino de Marruecos con 8 años y se ha convertido en una novelista de referencia en lengua catalana. Hay más casos así, pero por desgracia no suele ser lo que los medios destacan.

JMF: Hay quien dice que el gran problema de Europa va a ser la inmigración descontrolada, ¿piensas eso?

Luis Castellví: Veo problemas mayores: el auge del populismo, los nacionalismos identitarios (que siempre tienen un componente racista; también en Cataluña), el terrorismo. La inmigración no es un problema sino un reto, que bien gestionado se convierte en una bendición para los países que la reciben. En un acto reciente del Club Tocqueville, José M. de Areilza propuso a Canadá como modelo. Un país cuya inmigración supone el 22% de la población, pero que tiene avanzados programas de selección de extranjeros que facilitan su integración como ciudadanos canadienses. Puedo dar fe de ello: durante la carrera fui estudiante de intercambio en Montreal, donde muchos de mis compañeros tenían raíces en países tan variados como la India, Marruecos, Armenia o Croacia. En cuestión de una generación, habían logrado acceder a McGill, la mejor universidad del país. En una visita a Barcelona, Angela Davis pronunció una frase que se ha comentado mucho: “Europa ya no es blanca”. Hay quien lo entendió como una amenaza, pero es una constatación. Como muestra la historia de EEUU, por más trabas que se ponga a la inmigración, se trata de un fenómeno en gran medida imparable, por lo que conviene hacerse a la idea. Muchos países europeos están aún lejos de las sociedades multiétnicas y multirraciales de Norteamérica. Sin embargo, nos iremos acercando a ellas. Surgirán retos para la convivencia, pero las ventajas son inmensas. Fíjese en esa maravilla post-nacional que es Londres, con su vida cultural riquísima, que se ha alimentado de inyecciones de creatividad y energía de cada rincón de la Commonwealth, desde un V. S. Naipaul a un Salman Rushdie. Ya quisiera un dinamismo así en ciudades de España. Lo hubo en Barcelona durante el boom latinoamericano, pero no parece que el fenómeno vaya a repetirse. Al menos a corto plazo.

JMF: Pero tu me hablas de ‘selección de extranjeros’, no de fronteras irreales, entiendo que hablas de inmigración regulada frente a  inmigración clandestina ¿no?

Luis Castellví: Como principio, sí, defiendo la inmigración regulada. Pero creo que hay que ser flexibles con otros tipos de inmigración. Particularmente con personas que ya viven y trabajan en España, independientemente de cómo llegaron. Soy consciente de que es más fácil hacer este discurso en EEUU (donde la tasa de desempleo está por debajo del 4%) que en nuestro país. No obstante, hay que ser pragmáticos. Canadá, por su ubicación, dispone de barreras naturales a la inmigración clandestina de las que Europa carece, sobre todo en el sur. Un océano no se puede cruzar en patera; un mar, sí. Dejando a un lado argumentos prácticos, yo siento una profunda admiración por los hombres, mujeres y niños heroicos que emprenden odiseas y cruzan el Mediterráneo o Centroamérica en busca de una vida mejor. No está de más recordar esta realidad, que a mi juicio tiene una dimensión épica. Por eso El País llamó “Ulises del siglo XXI” a los tripulantes del barco Aquarius. No quiero caer en el emotivismo. Pero tampoco en la impasibilidad. Todos tenemos antepasados o familiares que fueron o han sido inmigrantes. Yo también lo soy, aunque por elección. Muchos emigran por carecer de otras opciones. Al final, debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿Qué clase de país queremos? ¿Una sociedad abierta que acoja al extranjero? ¿O seguir el modelo de Trump? Entiendo que no podemos aliviar todo el sufrimiento del mundo. Sin embargo, no hemos alcanzado (ni mucho menos) un punto de saturación. Si no fuera por los inmigrantes, España perdería población año tras año. El otro día asistí a una conferencia del profesor Julio Ortega (Brown University), que habló de la abundancia de sinónimos de “muro” en la lengua española. Hay como una docena, cada uno con connotaciones distintas: muralla, cerca, valla, empalizada, barrera, dique, adarve, escollera, tapia, pared, paredón, parapeto. Ignoro si ocurre lo mismo en otras lenguas. Tal vez sea un dato anecdótico. Pero quizás refleje algo más hondo: una manera de ver el mundo, la necesidad atávica de la “tribu” de protegerse del otro. Debemos hacer un esfuerzo por controlar (“vencer” sería un término irreal) estos instintos.

JMF: África no cabe en Europa, ¿no habría que actuar en los diversos países para que el huir no fuera casi obligado?

Luis Castellví: Pero el tema es bien complejo. Hay tres escenarios. El primero, como usted indica, son los países de origen. Conozco a una abogada que asesoraba a menores latinoamericanos que habían cruzado clandestinamente la frontera de EEUU. Cuando les preguntaba por las razones de su emigración, siempre respondían lo mismo: hambre, violencia. La raíz del problema es la pobreza y la inseguridad. Mientras no mejoren las condiciones de vida en México y Centroamérica, seguirá el flujo migratorio hacia el norte. Algo similar sucede con nuestros vecinos al sur de Europa. Soy escéptico en cuanto a las ayudas económicas a través de los Estados. Mejor orientarlas hacia el sector privado y con fuertes mecanismos de control. Así garantizamos que alcancen sus fines, que deberían ser crear empleo y promover el desarrollo. Ahora bien, la mejor manera de combatir la pobreza es crear riqueza, y eso lo logra el mercado con más eficacia que ninguna subvención. Progresaríamos más abriendo nuestras fronteras comerciales y promoviendo el libre comercio con países en desarrollo. El segundo escenario es el Mediterráneo. No hay que escatimar recursos ante crisis humanitarias. La gente solo parece despertar cuando ve imágenes de un niño muerto en la playa. Sin embargo, la tragedia es continua, aparezca o no en televisión. No podemos permitir que mueran personas a las puertas de Europa. La vida humana está por encima de todo. Me comentaba un amigo: “Como católico, esas muertes caen en mi conciencia”. Yo apelo a esa conciencia, con independencia de la fe de cada uno. El tercer escenario es Europa, o para ser más precisos, la Unión Europea. Lo lógico tras el Acuerdo de Schengen sería tener una política migratoria común. Si hay Estados miembros que van por libre, se generan disfunciones. No ignoro la dificultad, pues las sensibilidades de los distintos Gobiernos son diferentes. Pero hay que hacer un esfuerzo. Nos reunimos mil veces para negociar el Brexit, o en su momento el Euro, ¿por qué no hacer lo mismo con la inmigración? Es una cuestión prioritaria.

JMF: ¿Qué piensas que debería hacer la UE con la inmigración que sufre y va a más?

Luis Castellví: La inmigración no es una enfermedad: los Estados no la “sufren”. Todo lo contrario. Estados Unidos no se hubiera convertido en la superpotencia mundial sin los millones de inmigrantes que ha recibido en los últimos dos siglos. No los convirtamos en el chivo expiatorio de todos nuestros males. He esgrimido consideraciones éticas y culturales en su favor. Pero como no siempre son persuasivas, resalto el argumento económico: sin inmigrantes no podremos mantener nuestro nivel de vida en el futuro. Así lo sugiere la demografía, como indiqué anteriormente. En cuanto a qué debería hacer la UE, no es fácil responder la pregunta. De hecho, la crisis actual esconde dos realidades diferentes: la inmigración económica y la protección internacional de refugiados. Lo que es evidente es que hasta ahora la UE se ha limitado a poner parches. No hay un enfoque común y estamos lejos de alcanzarlo por los intereses políticos dispares. Costará conciliar la posición de Alemania con la de Italia, Austria o el Grupo de Visegrado. Lo ideal sería combinar medidas en los tres escenarios: políticas inteligentes hacia los países de origen que no solo alivien sus condiciones económicas, sino que también favorezcan su democratización; acciones decididas en el Mediterráneo para atajar las crisis humanitarias y combatir las mafias de tráfico de personas; y un reparto equitativo de inmigrantes/refugiados entre todos los Estados Miembros. No obstante, me conformaría con menos. En este tema, un acuerdo de mínimos es preferible a la falta de acuerdo.

JMF: Gracias Luis, el tema es clave y, si te dejas, más adelante volveremos a él. Un abrazo.

Luis Castellví: Gracias por sus preguntas y por su tiempo. Me hubiera gustado hablar menos de inmigración y más de racismo, pero podemos dejarlo para la próxima ocasión. Remito a los lectores a la serie de artículos sobre el racismo en España que publico en El Español. Un abrazo y hasta la próxima.

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Nacido en Manresa, (Barcelona). Licenciado en Ciencias Biológicas (UB). Ex profesor (UAB), ex editor (Editorial Labor), ex político (Ayto de L'Hospitalet y Parlament de Catalunya) y ahora periodista.

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