Elisa Romero ”Nati Mistral era una mujer cabal, generosa, inteligente, agudísima y brava”

Conversación tranquila de @jmfrancas con Elisa Romero Huidobro, que es quien soy esencialmente. Soy catedrático de Lengua española y Literatura, fui Viceconsejera de Cultura en CLM entre 2001 y...
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Conversación tranquila de @jmfrancas con Elisa Romero Huidobro, que es quien soy esencialmente. Soy catedrático de Lengua española y Literatura, fui Viceconsejera de Cultura en CLM entre 2001 y 2004… y ahí es cuando estrecho con Nati una amistad de amor y dolor compartidos en adelante. Aunque el destino nos empezó a unir en 1959, en el Monasterio de Montserrat… Yo añado: la amiga de verdad de Nati Mistral. 

 

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JMF: ¿Qué pasó en el Monasterio de Montserrat?

Elisa Romero: El 11 de abril del 59 se casaba Nati con Joaquín Vila Puig. Seis días después, yo hacía mi Primera Comunión en el mismo altar. Aún olían las flores de su boda, que pusieron el attrezzo a mi primera función. Cambié devociones cuando me lo dijeron.

JMF: ¿Pero allí no os conocisteis?

Elisa Romero: Ese fue el primer «encuentro». El segundo, en 1962, en el Calderón de Barcelona. Mi padre me llevó a ver Divinas palabras. Un riesgo… yo sólo tenía 10 años. No sé si entendí o no a Valle-Inclán entonces, pero me fascinó aquella MariGaila. Fui con mi padre al camerino. Nati me apretó fuerte la mano y me dijo palabras bonitas. El gesto, la fascinación y la voz se quedaron adentro. «Algún día la conoceré de verdad», me propuse.

JMF: Y, ¿cuándo la conociste de verdad?

Elisa Romero: Muchos encuentros en adelante, siempre con gente alrededor, siempre con la barrera de la edad. Julio de 2001, Festival de Teatro de Almagro. Nati era la Gerarda en La Dorotea de Lope, que dirigía Joaquín Vida. Coincidimos en el comedor del Parador y cenamos juntas a las ocho de la tarde. Yo tenía que presidir aquella noche una función que estrenaba la compañía regional en el Teatro Municipal pero… La Mistral y yo pegamos la hebra, seguimos luego en la plaza, junto al Corral, tomando un café… Y a las 2 de la mañana me encontró al fin Andrés Peláez, desesperado porque me había olvidado de asistir a mi obligación de cargo por aquella devoción de infancia que se hizo realidad aquella noche torrante de julio en Almagro.

JMF: Y desde entonces… Tengo que reconocer que solo una vez he estado con Nati sin que estuvieras tu cerca, más bien detrás, y estuve unas cuantas.

Elisa Romero: Desde entonces, sí. La barrera de la edad se rompió y ya éramos jóvenes las dos. Descubiertas nuestras coincidencias y nuestros afectos compartidos, surgieron las confesiones y los secretos. Fue un poco madre, un poco hija, un poco hermana… y una amiga de la infancia.

JMF: ¿Quién era Nati Mistral?

JMFElisa Romero: La más grande artista que he conocido. Y también he conocido a unas cuantas. Y una mujer cabal, generosa, inteligente, agudísima y brava.

JMF: Has hablado antes de amistad de amor y dolor…

Elisa Romero: Una tarde, a los postres de una de nuestras comidas semanales compartidas… fue en el café del Palacio de Cibeles… Nati me hizo la confidencia más dolorosa de todas las que me confió. Lloró mientras contaba. Elisa Romero: «Desde ahora, querida, ya nos hemos entregado el amor y el dolor de la amistad. En adelante, desmigajaremos juntas muchos barquillos. Ya no hay remedio», me dijo. Y, desde entonces, así ha sido.

JMF: ¿Sufrió mucho? Yo la veía siempre activa y alegre…

Elisa Romero: Sufrió y disfrutó en casi igual medida. Era una mujer muy vital y gozaba y se dolía y se enrabietaba y se enternecía. Su sensibilidad extraordinaria, su fortaleza, su implicación con las causas justas y su fe profunda la forjaron.

JMF: ¿Qué le dolía a la Mistral?

Elisa Romero: Le dolía la estupidez, la falsedad, la fatuidad y la mediocridad.

JMF: Pués vivió mala época…

Elisa Romero: ¡Y quién no! Ahí estamos, soportando.

JMF: Pero lo llevaba bien, no se callaba ni una y eso da paz…

Elisa Romero: Eso alivia pero no no quita la amargura. La procesión va por dentro, aunque desahogarse sienta bien y concede alguna tregua al dolor.

JMF: Y, ¿qué le alegraba la vida?

Elisa Romero: La vida misma. Vivirla. Era muy disfrutona. Una buena función, una buena película, una comida con amigos, sus viernes con Emilio Javier, un paisaje bello, recorrer Madrid, barrio a barrio en autobús, una cañita con tapa, una exposición del Bosco o de Van Gogh. Y hablar y ser escuchada. Sobre todo, hablar con gente ingeniosa de quien aprender. Beberse la vida le alegraba.

JMF: Cambió algo en sus últimos años?

Elisa Romero: Nada. Ni siquiera se amedrentó cuando asomó el lobo las orejas. Vivió como quiso, por elección propia siempre. Y jamás manifestó temor ni ante la muerte. Siempre mistral la Mistral.

JMF: Pero sufrió al final…

Elisa Romero: Sí. Tuvo un final cruel. Lenta muerte con el cuerpo inmóvil y la mente lúcida. Sabiendo. Pero su optimismo le hizo creer que aquello era pasajero, que cobraría fuerzas y saldría andando. O eso quiso que creyera yo que ella creía. En cualquier caso, plantó cara y luchó todo lo que fue capaz.

JMF: ¿Pesó su fe o su agarre a la vida?

Elisa Romero: Su última batalla la libró con el tesón y la valentía de la mujer que era (hembra, le gustaba a ella decir de ella). Venciendo pulsos a la más difícil función de su carrera, con la disciplina, el coraje y la firmeza del ensayo de un guión imposible, cuya interpretación sobrepasó la excelencia. Como todas las suyas. Lo divino y lo humano en la balanza. Lo que le quedaba por hacer tiraba de ella hacia fuera; la certeza de que en alguna parte se encontraría con Dios y podría preguntarle cara a cara ¿por qué y para qué la vida?, y podría al fin descifrar la esencia divina y sus misterios, también la salvaba del posible vértigo.

JMF: Ponle una canción de Nati a esta entrevista…

Elisa Romero: Antes de ponerle canción, le puse ramitos de flores silvestres en su mesilla, cada mañana cuando la visitaba en el hospital. Le devolví el attrezzo en su última función. Canción, La barca de oro, sin duda. Ella y yo sabemos por qué.

JMF: Su última función fue la del Viernes de Dolores…

Elisa Romero: Sí. 27 de marzo de 2015. Viernes de Dolores y Día Mundial del Teatro. En San Ginés, al otro lado del Eslava, sesenta años después. Esas casualidades. Estuvo sublime. Cambió escenario por altar para oficiar su última ceremonia. Como le corresponde a una diosa… humana.

JMF: La tengo en video, me la mando ella… Pero: «Adiós mujer, adiós para siempre adiós”(letra de ‘la barca de oro’)… No es verdad…

Elisa Romero: No lo será mientras quienes la queremos sigamos buscando el destello de su candileja. La volveremos a encontrar.

JMF: Me quedo con eso: volverla a encontrar, era una mujer a la que se quería porque sabía querer. Un beso Elisa y gracias.

Elisa Romero: Quizá, como le dice el principito al aviador, «Parecerá que me he muerto y no será verdad»… Silencio.

JMF: Dime la canción de su vida, para encontrarla en mi trabajo mientras suene.

Elisa Romero: Gracias a ti por ayudarme a prolongarla. Un beso y feliz Día del Teatro, mañana, tres años después. Ya te lo he dicho, La barca de oro. Y Gracias a la vida.

JMF: Te digo la verdad? Me quedaré con gracias a la vida que nos ha dado tanto… nos la dio a ella, a ti mucho más. Un beso.

Elisa Romero: La barca de oro encierra su dolor, que hizo mío y eso la alivió mucho. Gracias a la vida es «muy ella». Sí, quédatela para ti. Otro beso.

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Nacido en Manresa, (Barcelona). Licenciado en Ciencias Biológicas (UB). Ex profesor (UAB), ex editor (Editorial Labor), ex político (Ayto de L'Hospitalet y Parlament de Catalunya) y ahora periodista.

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