El otoño caliente

En pleno verano ya se está hablando que el otoño será caliente. Esto significa que los independentistas volverán “supuestamente” a la carga. Al menos esto es lo que suponen...

En pleno verano ya se está hablando que el otoño será caliente. Esto significa que los independentistas volverán “supuestamente” a la carga. Al menos esto es lo que suponen muchos. Otros no lo tienen o no lo tenemos tan claro. Veamos.

Solo hay una persona que le interesa esta opción: Carles Puigdemont. Lleva mucho tiempo sin una presencia explícita en los medios. No sale a diario y otros le están comiendo la tostada. Sabe perfectamente que tiene fecha de caducidad. Se tardará más o menos, pero está condenado a un olvido. Cuando vuelva la normalidad posiblemente algunos románticos lo mantendrán durante un tiempo, pero la distancia y la pérdida de influencia hará decaer el mecenazgo. Además hay muchas bocas para alimentar en el extranjero. Todos ellos están condenados a esfumarse y convertirse o en una anécdota o en un párrafo en un libro de historia. Mucho más no ocuparan.

También les interesa a aquellos que viven de todo este engendro. Las bocas saciadas quieren mantener el “caliu” porque tienen que pagar facturas a final de mes y les gusta vivir bien. Por eso van diciendo que empieza la segunda parte del procés y que esta vez acabará bien. ¡Lógico! Eso sí, de no acabar bien esta segunda parte se imaginaran una tercera, una cuarta… Como en muchas secuelas, estas partes mejor no haberlas filmado.

Engañan a la gente diciendo que el 4 de septiembre Quim Torra -el presidente que ha abandonado a una parte de la ciudadanía catalana- pronunciará un discurso que cambiará la historia. Ahí se iniciará la segunda parte y, con ella, el otoño caliente. Vayamos por partes.

Pocas cosas puede decir Torra que nos deje alucinados. Sólo que proclame ese día la independencia, abra las puertas de las cárceles y empiece a correr el reloj de la república catalana. Porque si dice que la proclamará, que se hará esto, que pasará aquello, que si esto, que si lo otro… todo esto lo hemos oído y vivido. Sabemos los resultados, las consecuencias y que no consiguieron nada. Por lo tanto, o Torra pega un pelotazo de los buenos o mejor que se quede calladito.

Luego vendrán los días que ellos llaman o denominan “marcados a sangre”. Desde el 11 de septiembre al 1de octubre. En esta última fecha harán fiesta mayor. Será lo más grande. Saldrán a la calle, montaran una de sus performances, se pondrán calientes y alguno conseguirá rematar la jugada. Eso sí, siempre por la patria y sin venirse abajo. Fuera de todo esto la nada.

Tenemos que empezar a no hacerles caso. Ellos dicen que el otoño será caliente y todo el mundo acojonado. Dicen otra cosa y los nervios a flor de piel. ¡Digamos no! Ellos no marcan el día a día. No pueden monopolizar fechas, ni situaciones, ni calles, ni playas, ni plazas… ni nada. No les pertenece nada de todo esto porque es de bien común.

El otoño, por mucho que ellos digan, no será caliente. Ellos saben muy bien que cada vez les sigue menos gente. De momento están pinchando en la Diada. Que harán cosas, por supuesto. Arrastraran a personas en días contados, evidentemente. Todas aquellas bocas agradecidas y funcionarios que no desean ser marcados. A estos se unirán patriotas y pastorcillos adoctrinados. Fuera de esto el otoño será como todos.

En definitiva, las bocas agradecidas, los políticos fugados y a Puigdemont les interesa mantener, como hemos dicho, el “caliu”. Al resto, los que en su día fueron independentistas, se lo están pensando porque la economía se ha estabilizado. A los llamados constitucionalistas les importa muy poco el futuro de todos estos adoctrinados.

Finalizaremos diciendo algo. No permitamos más que los independentistas nos marquen la agenda. Ellos consideran que con iniciativas y lanzando globos sonda vencerán. Ni siquiera convencen a una parte sustancial de los suyos. Démosle la vuelta. El otoño caliente lo tendrá ERC, pues Puigdemont quiere liquidarla y Torra cuando le expliquen que la bilateralidad es una utopía en un país democrático como España. Mientras ellos siguen creyendo en algo abstracto, nosotros permaneceremos tranquilos y fresquitos.

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