EL CRISTIANISMO NO ES UN CLUB SOCIAL SUJETO A CAMBIOS
«Ver tu propia ignorancia y ceguera es el primer paso hacia tener el verdadero conocimiento».
Jonathan Edwards
A modo de introducción como teólogo y estudiante de un doctorado en teología puritana en el North American Reformed Seminary, tengo que decir que, la Palabra de Dios, como regla de fe y práctica, está bajo ataque y lo estará hasta que Cristo venga, lo intentó el periodo de la Ilustración, el comunismo, y ahora la globalización, con su agenda globalista: Ideología de género, legalización del aborto, los manifiestos feministas (Feminazis) etc.
Al hombre le parece anticuado lo que Dios ha dicho, y el enemigo siempre ha intentado convencer al hombre que lo que Dios ha dicho no es cierto. La doctrina de la inerrancia, por lo tanto, es fundamental en nuestro tiempo. Pero, ¿qué es la inerrancia? La fe cristiana tiene tres fundamentos que no son negociables:
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La inspiración de la Palabra
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Su infalibilidad
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Su inerrancia
Nos encontramos en épocas de cambios, bueno, en realidad la sociedad siempre ha sido un organismo de cambio constante, pero no por ello, el cristianismo, la iglesia, sus dogmas y verdades han de modificarse o cambiar de sentido. Cuantas veces habremos escuchado la frase «Ya verás como la iglesia acabará aceptándolo…» Una frase que no deja de ser curiosa en manos del posmodernismo, pero que entraña un peligro fehaciente y constante. Mucha gente entra en el dilema ¿Debo cambiar mis creencias porque no van acorde con la vida social actual o, debe cambiar el sistema social en el que estoy inmerso? Una encrucijada en la que se encuentra mucha gente, pero son estás personas, las que precisan fortalecer su fe y sus creencias. El cristiano ha de saber que sus creencias son firmes, inmutables e inamovibles, todo lo demás es una quimera que reducen las Escrituras a un mero libro de cualquier estantería bibliotecaria.
El posmodernismo intenta ganar su batalla ideológica cambiando la mentalidad de las personas, y de los países en sí mismos. La cosificación o reeducación son pilares que empiezan en la base de toda civilización, en el sistema educativo.
El hecho de pretender cambiar las doctrinas de la iglesia cristiana, es desnaturalizar sus fuentes y traicionar las bases de su fundador, y destruiría su razón de ser. Propuesta que pretenden todos aquellos izquierdistas como, Podemos, globalistas y neoliberales, desvelando así su lado más obsceno de su naturaleza. Vivimos en el tiempo de la posverdad, otra palabra interesante y novedosa que envuelve nuestras vidas por doquier, me refiero a las mentiras promovidas para redefinir nuestro sistema de valores determinados por el sistema judeo-cristiano. Un debate que se enmarca y apela a las emociones, estafas encubiertas por un buenismo simplista y manipulador, y lo políticamente correcto.
Las Sagradas Escrituras son Inerrantes, es decir, que no contiene errores, sus verdades son inmutables, y es la máxima autoridad en asuntos morales. El apóstol Pablo declaró a su discípulo Timoteo: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra». (2 de Timoteo 3,16)
La Iglesia por principio no se opone a los cambios, más bien hay que saber que se puede cambiar y que no. Como toda institución compuesta por hombres que crea una tradición a expensas de las ya expuestas por la Biblia, son de condición humana, y por lo tanto, están sujetas a cambios sujetos en el tiempo. Pero todo aquello de índole divino, enseñado por Jesús y los Apóstoles como por ejemplo: La Santa Cena, el matrimonio, el bautismo, la defensa de la vida, la homosexualidad como anti-natura, etc… no se encuentra sujeto a cambio alguno.
La iglesia no puede cambiar según los gustos de las personas, la iglesia no es complaciente, ni debe de serlo jamás, la iglesia tiene una misión, y es la predicación del evangelio para la salvación de sus almas. Como dijo Jesús:
«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mt 24,35). «Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ese será grande en el Reino de los Cielos» (Mt 5, 18-19).
Uno de los grandes defectos de esta sociedad es aprender sin comprender, y es lo que está pasando con la caída y derribo de estatuas en occidente, desde Estados Unidos hasta Gran Bretaña, o con la diabólica propaganda abortista. No se dejen engañar Creo que si C.H.Spurgeon estuviera vivo en nuestros días añadiría que la doctrina de la inerrancia posee «una fuerza conservadora» también.
Pero, ¿Por qué es importante creer en la inerrancia
Bíblica? Vivimos días en los que hay una tendencia a encogerse de hombros cuando se nos confronta con el error. En vez de preguntar como Pilato «¿Qué es la verdad?», el hombre posmodernista dice, «Nada es verdad» o quizá «La verdad existe, pero no podemos conocerla». Hemos crecido acostumbrados a ser engañados, y mucha gente parece cómoda con la falsa noción de que la Biblia también contiene errores.
La doctrina de la inerrancia bíblica es extremadamente importante, porque la verdad sí importa.
Arthur Charlan Teólogo, escritor y director del diario digital «The Traditional Post y Revista Identidad» 17/07/2020
